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Localidad: San Martín

La ruta de hoy parte del entrañable rincón losino que es la ermita de Ntra. Sra. de Ahedo, situada en las proximidades de San Martín.

Ya un tanto deteriorada por el paso del tiempo, la ermita se yergue justo en el linde entre el llano del valle y la pendiente umbría que nos conducirá hasta el alto.

 

Nada queda de la vivienda del ermitaño que, según parece, estaba situada a partir del muro derecho del edificio. También se ha perdido, aunque mucho más recientemente, las vidrieras que ornaban las ventanas.

La Solana no ha conseguido ponerse en contacto con persona alguna que pueda dar fechas sobre la construcción de esta ermita, pero por la observación directa de la misma, cabe pensar que se trata de un edificio con rasgos de arquitectura barroca, característica del siglo XVII. Sería, por tanto, alrededor de un siglo más antigua que la ermita de San Antonio, de Villaluenga, también citada en estas páginas.

Hace ya años que las campanas permanecen mudas en la espadaña. Se perdieron las romerías que congregaban a losinos y vecinos de Boveda, pero de su existencia en el pasado reciente dan fe las destartaladas mesas de piedra y el olvidado juego de bolos, siempre presente allí donde dos o más losinos se reúnen con frecuencia.

No te detengas más, echa un trago en la fuente y emprende la ascensión por esa senda empinada de suelo pedregoso que vas a localizar a poco que te fijes.

No te detengas más, echa un trago en la fuente y emprende la ascensión por esa senda empinada de suelo pedregoso que vas a localizar a poco que te fijes.

En tu ascensión vas a encontrar los restos de un haya derribada por el viento, que se había quedado hueca. Otras muchas hayas han caído en este Monte Escabroso por la mano del hombre. Guiadas por intereses diversos, la tala de hayas y la posterior repoblación con pinos, han dado lugar a un bosque donde se mezclan no sólo estas dos especies, sino también el roble, que al parecer se va introduciendo de forma natural entre los hayales.

Si has parado a tomar un respiro junto al haya caída, tal vez puedas escuchar por tu derecha el sonido del manantial que surte de agua a los vecinos de San Martín. Desde luego podrás levantar la vista hacia las rocas calizas que forman la Peña de la Hoz, ahí arriba, donde termina el Monte Escabroso y empieza el llano.

A medida que vas acercándote a la Peña, la senda se revuelve en unas curvas cerradas y de pendiente considerable. Produce asombro saber que el camino que has traído desde la ermita fue frecuentemente utilizado como vía de entrada del vino de Rioja en nuestro Valle. Lástima que Navarro el de Fresno o Pepón el de Perex no puedan ya contarnos cuántas soluciones tuvieron que improvisar para llegar al llano con la carga a salvo.

Has alcanzado la Peña de la Hoz y el panorama se despeja a tu espalda. Obre la copa de los árboles empiezan a aparecer algunos de nuestros pueblos. Sigue la senda hasta el final y una barrera metálica te indicará que has llegado al llano de El Toyo. A la derecha de la barrera, clavada en un árbol, la matrícula de un coto te recuerda que entras en tierras de Alava.

Aunque salpicada de algunas zonas de arbolado, el área de El Toyo que tienes ante ti es básicamente un rico pastizal que ha sido fuente inagotable de controversias entre los vecinos de Bóveda y los de San Martín. Desde tiempo inmemorial, las negociaciones para resolver estos enfrentamientos han dado lugar al establecimiento de los llamados alcances, es decir, permisos para que los vecinos de un pueblo puedan disfrutar de los terrenos del otro de acuerdo con unas normas pactadas.

Antes de adentrarse en El Toyo, gira hacia el Valle y verás ampliada la perspectiva de unos cuantos de nuestros pueblos. Si te fijas un poco y sabes por dónde buscarla, localizarás hasta la ermita de Sta. Isabel de Villabasil. 

Ya que estas aquí, tal vez te merezca la pena acercarte hasta los restos de dos dólmenes que se encuentran en las proximidades. Anda en recto y hacia tu izquierda y alcanza la pista que atraviesa el pastizal; los encontrarás nada más rebasarla, allí donde se inicia una de las zonas de arbolado de El Toyo. Uno de ellos está completamente hundido, pero el otro, situado en una pequeña elevación dentro del llano, aún permite distinguir la distribución circular de piedras que los caracteriza.

Es una panorámica privilegiada la que tienes ante ti: Peña Gobía, en la zona de Corro; Valderejo, allí donde ves un repetidor; la Sierra de Lerón, con su buitrera; casi perdidas en el horizonte, esas tierras de Burgos, ya cerca de Cantabria, donde, invierno tras invierno, descubrimos las primeras nieves; más cerca de nosotros, los Montes de la Peña, con la silueta inconfundible de la Portilla de Castrobarto; y la Sierra Salvada.

Toma la pista y avanza por el pastizal en dirección oeste. Después de un agradable paseo por las tierras que fueron de la granja de Bóveda, veras a tu derecha un bosquecillo de pino y los restos de una tapia. Avanza hacia ellos a través del pastizal y pasa entre la tapia para meterte entre los árboles. Estás en Pico Corral, que debe su nombre a los distintos refugios que los pastores hicieron mucho antes de lo que puedan recordar los losinos de más edad. Con paciencia y atención podrás descubrir restos de alguna de las cabañas entre los árboles.

Ahí mismo, en el borde de la Peña de la Hoz, una encina solitaria señala un interesante punto de nuestro recorrido de hoy. Toma la orientación adecuada y verás que estás en línea recta con la imagen de la Virgen de la Antigua, en tierras de Villalba, y el emblemático monte Gorbea. A escasos metros de esa encina, al otro lado de la alambrada y descendiendo por un tortuoso caminillo, tienes una cueva, por si te gustan el fresquillo y la oscuridad. Quienes la han visitado dicen que merece la pena.

Si prefieres los ambientes soleados, busca un camino de piedra no lejos de allí. Es suficientemente ancho y visible, pero por si tienes dudas, te diremos que está atavesado por una pared de piedra que levantaron los vecinos de Bóveda para que sus reses no pasasen a tierras de San Martín.

A la altura de la tapía, de nuevo en Burgos, le sale al camino una derivación que conduce hasta otra cueva y un impresionate tejo situado en las inmediaciones.

Tomes una vía o la otra, vas a llegar a Pilón Nuevo, donde puedes parar a echar un trago y comer algo mientras contemplas las dos Callejas, nombre que se ha dado a sendas hondonosas que presenta nuestro ya familiar Monte Escabroso.

Desde allí, en pocos minutos, estarás otra vez en la ermita, con la satisfacción de conocer un poquito mejor nuestra tierra y la sensación de bienestar que produce un paseo por el monte.

(Begoña y M. Luz. La Solana, marzo 1995)