Iniciamos nuestro recorrido en Castrobarto, saliendo en dirección a los montes de la Peña por el paso de la Venta. De dicha Venta no queda resto alguno, sólo el nombre que indica que, en su día, el viajero allí encontraba descanso del camino andado, o buen ánimo para iniciar el que había de hacer.

 

Seguimos por la vereda entre paredes hasta iniciar la cuesta; el camino está bien marcado por las máquinas que están haciendo la balsa de riego. Dejamos el camino a la derecha y pasamos la barrera, que luego tiene que quedar bien cerrada. Encontraremos pronto el pinar y seguiremos por él hasta el momento de empezar el descenso del puerto. Estamos en el paso de la Magdalena. Si no lo hemos hecho antes, aparcamos ahora el coche y, siempre bien calzados, empezamos el recorrido del monte.

Tomamos el camino a la izquierda; y luego, entre el pinar, encontraremos luego a la izquierda un claro en el que se halla el pozo de Sanguisal. Avanzamos entre pinos y encontramos a la izquierda un socavón, restos de la mina de arena que los de Castro empleaban en la construcción entre los años 40 y 50.

Notaremos cómo los acebos tratan de ir haciéndose sitio entre los pinos, hasta llegar a sustituirlos por completo.

Dejamos a la izquierda el disco de prohibición y nos encontraremos luego de frente con la lobera. No está mal conservada, a pesar de los muchos años de abandono. Por dentro está más limpia. Seguimos la pared derecha, e iremos subiendo entre hayas y avellanos.

Al terminar nos encontraremos con un hermoso paisaje estamos encima de Leciñana e Irús, con sus grandes casonas, el puerto del Cabrio y asomándonos con cuidado, la vía del ferrocarril de La Robla, discurriendo a nuestros pies.

Seguimos a la derecha hasta el pico de Cantonad. El soberbio paisaje nos hace pensar que ha merecido la pena el camino. Vemos como a vista de pájaro una gran parte de esa depresión que es el Valle de Mena. La ermita, los pueblos, las iglesias, las torres, las casonas, casitas blancas diseminadas entre el intenso verde de sus prados; bosquecillos de pinos, robles y encinas, el impresionante corte de los montes de La Peña a la derecha, con el hayal a media falda y la línea del tren al pie. Y los macizos montes del Ordunte a la izquierda, llenos de bosques. En fín, un bonito paisaje frecuente entre las montañas del Norte de Burgos.

Regresamos a la lobera por un sendero apoyado sobre un pequeño muro pasando al lado de tres restos de puestos de vigilancia, recuerdo de la contienda civil que tuvo lugar entre 1936 y 1939.

Desde la lobera retrocedemos por el camino de llegada hasta encontrar el disco de prohibición. Continuamos por el camino prohibido a vehículos motorizados, viendo a ambos lados un precioso bosque de acebos jóvenes con el verde intenso y brillante de sus hojas; si además es invierno, estarán repletos de bayas con su característico color rojo intenso.

Seguimos y encontramos el pozo de San Cerbute. Avanzamos y notamos paulatinamente que los acebos se van espaciando y pierden altura. En esta parte, si salimos del camino, podemos encontrarnos con alguno de los grandes hormigueros que hay en la zona; al llegar a la parte lisa, sin árboles, vemos a nuestra izquierda un otero, nos dirigimos a él y lo pasamos.

Vemos gran parte del pinar. Nos metemos por el cortafuegos, y, avanzando por él, llegaremos hasta las inmediaciones del punto en que habíamos sugerido que se podía dejar el coche.

También podemos tomar un camino a la izquierda que nos llevará al pozo de Sanguisal, en el que abrevan los animales.

Si queremos completar el día, bajamos un pequeño trecho al valle de Mena y nos encontramos con los restos de la calzada romana o medieval, prueba evidente de lo importante que en su día fue el paso entre los valles de Losa y Mena.

(Ángel. La Solana, abril 2001)