Muchas veces hemos hecho referencia desde estas líneas al carácter de zona de transición de nuestra tierra. La ruta de este número nos lleva por alguna de las numerosas huellas dejadas en Berberana y Villalba por quienes conocieron y disfrutaron el valle antes que nosotros, aunque sus intereses principales no estuviesen precisamente aquí.
El trayecto de hoy empieza y acaba en Berberana, y es un cómodo paseo que discurre por algunos de los lugares donde se han hallado muestras del asentamiento de civilizaciones anteriores en Losa.
Podemos dejar el coche en las inmediaciones del restaurante Amparo, y desde allí, tomar una pista de hormigón que nos conduce al río. Antes de cruzar el puente, un sendero nos acercará hasta Santueña, un sencillo paso sobre las aguas cuya construcción se atribuye a los romanos.
Volviendo sobre nuestros pasos hasta los restos del antiguo molino, cruzaremos al otro lado del río para acceder al entorno de la torre, que nada tiene que ver con los romanos, ya que es varios siglos posterior. Está, eso sí, vinculada a los linajes de Urbina y Berberana, que se establecieron luego en Miranda, y puede merecer una visita por su relativo buen estado de conservación.
En un número anterior de “La Solana” hacíamos referencia a la casi segura conexión entre los habitantes de esta torre y quienes ocupaban el castillo de Astúlez y el llamado Fuerte de Berberana, que estuvo ubicado en un punto estratégico privilegiado para vigilar los movimientos que se producían en el Valle de Ayala.
Sea como fuere, se puede pasar un buen rato visitando esta torre y dedicándose a “leer entre líneas” cuanto se puede deducir de sus bastante bien cuidados restos.
Al poco de retomar nuestra vía principal de hormigón junto al puente, una desviación de acceso a una finca nos franquea el paso al yacimiento romano de Ostuño. Ahora mismo no hay otro signo evidente que no sea la coloración negruzca de parte de sus tierras, pero los hallazgos arqueológicos efectuados ponen de manifiesto la existencia de un asentamiento romano que se prolongó desde finales del S. I dC hasta el S. IV.
Camino de concentración parcelaria adelante, el recorrido no va a ser nunca complicado, aunque en algún momento sí haya que subir cuestas. Con ellas iremos perdiendo de vista Berberana, y nos asomaremos hacia el O por entre olmos, avellanos y algunos arbustos propios de la zona.
En varios momentos se bifurcará nuestro camino, pero nosotros continuaremos siempre por la opción situada a la derecha, dejando las vías alternativas, que conducen a fincas y fuentes del término municipal de Berberana, que no son nuestro objetivo de hoy.
Sin apenas darnos cuenta, el camino será ligeramente descendente, tendremos ante nosotros Villalba y su rica sierra, y, hacia nuestra derecha, una cabaña de construcción moderna situada en mitad de un cercado, y que nos servirá de referencia para localizar otro yacimiento romano.
Como tantas veces, la primera pista que sigamos será la coloración negruzca de las piedras y también los desniveles en terrazas que aparecen súbitamente en zonas llanas. En el caso que ahora nos ocupa, observaremos además que hay una notable cantidad de piedras en las fincas, especialmente en las zonas que se corresponden con las dos características antes aludidas, y que, muy probablemente, formaban parte de los edificios que componían este núcleo de “Las Cascajas”.
Si alguien quiere pasar un rato entretenido tentando a la suerte con la posibilidad de encontrar una muestra, siquiera pequeña, de otros tiempos (recuérdalo, tú que nos lees habitualmente: mejor un día sin sol y después de la lluvia), puede situarse frente a la cabaña para orientarse, y luego avanzar por la derecha del edificio , y pronto encontrará una de esas terrazas. O, si no, salir del cercado, y, en dirección a Villalba, identificar allí mismo la zona por el color, justo antes de llegar a la otra cabaña que está poco más abajo. ¡Feliz y próspera búsqueda¡
Con hallazgo o sin él, el camino hasta Villalba no deja lugar a dudas. Mientras nos acercamos, tenemos una buena oportunidad de observar cómo la zona del castillo, que antes estaba un poco alejada del núcleo, ha quedado ya unida al pueblo por medio de sucesivas construcciones.
También es momento de ver a la derecha “el pirulí” de la telefonía móvil, que, quién sabe si nos ayudará a algunos a tener cobertura, o si seguirá dejándonos aislados hasta volver a la ciudad...
A Villalba accederemos por una pista de hormigón que impresiona un poco, pero es cortita. La encontraremos antes de llegar a la fuente y el lavadero, a mano derecha.
Posiblemente Villalba era ya un núcleo de población notable cuando los romanos llegaron al valle en su intento de conectar la importantísima vía que comunicaba Astorga con Burdeos y la calzada que atravesaba el valle de Mena. Parece ser que sus dimensiones reseñables justifican la existencia de estos pequeños núcleos habitados por los que discurre nuestra ruta de hoy, y que serían en aquel momento el equivalente a barrios alejados o pedanías de la actualidad. Lo cierto es que ahora mismo las muestras históricas visibles son muy posteriores. Una casa queda que ha conservado elementos arquitectónicos de sus primeros tiempos (arcos ojivales en las puertas, una ventana geminada,...) que han sobrevivido a las sucesivas modificaciones que ha ido sufriendo el edificio.
También quedan tres casas blasonadas, una de ellas con una destacable fachada de sillería; la iglesia, con una nave de gran altura, un enterramiento y un retablo recién restaurado; la que dicen fue casa natal de Juan de Garay y una variada muestra de referencias y homenajes a su persona vinculados a Argentina; una construcción del S. XVIII acreditada por la placa correspondiente; ... y más de una leyenda sobre el pasado del castillo, hoy casi desaparecido como tal.
No podemos abandonar Villalba sin hacer referencia a algo que es verdaderamente insólito en estos tiempos, y es que en este pueblo hay muchos niños, que, quién sabe si continuarán dentro de unos años aquí o se habrán ido, pero que ahora mismo le dan un calor y una alegría que para sí quisieran otros muchos pueblos no sólo de España.
Salimos de Villalba por la Cuesta de los Alberques, en dirección a Zaballa y Mijala. Si no ha llovido, puede merecer la pena aventurarse por el camino sin asfaltar que bordea la cuesta. Allí, antes de llegar al puente sobre el río, hay otro camino cada día más cerrado porque no se transita y que es verdaderamente bonito. Si el calzado o el estado del suelo así lo permiten, puede optarse por esta vía, que, pasando junto a lo que fue el Molino del Manzanal y el Molino de Máximo, llegará también al puente de Galbarra, una de las referencias del tramo final de nuestra ruta.
Si las circunstancias así lo aconsejan, seguiremos la carretera desde Villalba hasta llegar al cruce, donde tomaremos dirección a Mijala. Al poco, modificaremos nuevamente la ruta y tomaremos dirección a Múrita.
Estamos en las inmediaciones de una serie de enclaves históricos destacables.
- Entre lo que era el Molino de Mijala (junto al puente que hemos cruzado inmediatamente antes de girar hacia Múrita) y la cuesta que bordea el pueblo, en el término de “Las Torcidas”, en 1.977 fueron hallados varios restos (piezas dentales, cerámicas y alguna lámina de sílex) que datan al parecer de la Edad del Bronce, un período histórico que, según los expertos, terminó en Europa hace unos 2.700 años.
- También por la zona, en el término de Ogarte, se localizaron hace 10 años algunos fragmentos de cerámica correspondientes a la Edad del Hierro, es decir, de entre hace 2.000 y 3.000 años.
- Más cerca del puente de Galbarra, siempre en dirección hacia Múrita y Berberana, vemos a ambos lados de la carretera esas tierras negras ya tantas veces aludidas. Corresponden fundamentalmente al término de “El Pedregal”, y allí fueron halladas en 1.977 interesantes restos arqueológicos, fundamentalmente de la llamada cerámica “sigillata”, que datan de entre los siglos II y IV dC. Esta era una cerámica de uso común durante el Imperio Romano. Se hacía con arcilla rojiza y posteriormente se barnizaba; además, solía tener la firma del autor estampada mediante un sello . Las muestras más famosas se recogieron lejos de aquí, en Tarragona, Palencia y Badajoz, pero resulta estimulante saber que, si abrimos bien los ojos a lo que nos rodea, podemos llevarnos más de una sorpresa.
Si no te tienta la arqueología o visitas la zona en una época del año en que no resulta posible (o aconsejable) entrar en las fincas, continúa sin más tu paseo.
Un arbolado perpendicular a tu trayectoria indica la presencia de un río. Cuando lo alcances, estarás sobre el puente de Galbarra. A unos 200 mts. en línea recta encontrarás una pista por tu izquierda que te conducirá a Múrita. Si estás de suerte, puede que presencies en directo una exhibición de aeromodelismo. Si no, Berberana y tu coche están “a tiro de piedra”.
(Begoña y Mari Luz. La Solana diciembre 2000)